CESÁREO JARABO JORDÁN | Si algo debemos agradecer a la democracia es que a todos iguala.
Por ejemplo, puede ser nombrado doctor honoris causa alguien que formativamente no haya pasado del parvulario, y cuyo mayor honor consista en ser alma mater de PSV, donde un montón de trabajadores quedaron enganchados económicamente por fraude en una interesante jugada inmobiliaria movida por la UGT.
Pero claro, España está llena de “doctores honoris causa” que, tras una gestión lapidadora del patrimonio ajeno (desde PSV –cuestión que hemos pagado todos los españolitos, por cierto- hasta el patrimonio sindical acumulado durante 40 años; desde la Seguridad Social hasta los derechos sociales adquiridos también durante esos 40 años), reciben su “doctorado” como premio por haber eliminado el revolucionario Fuero del Trabajo, mediante el cual se erradicaba todo tipo de explotación. Reciben el doctorado “honoris causa” por haber implantado una legislación laboral que deja a los trabajadores libres para bajarse los pantalones en uno, dos o tres tiempos, a libre elección.
Una legislación laboral que ha impuesto un horario laboral ilimitado (eso sí, asumido en plena libertad de “o eso, o nada”); un horario que dificulta horrores la formación de una familia. Una situación laboral que hace envidiar a los esclavos de Roma.
Por eso sus amos, el gran capital, su mantenedor (porque es evidente que los sindicatos no tienen afiliados), premian a sus correveidiles sindicaleros con el doctorado honoris causa. Pero doctorado en lapidación del patrimonio común.
Por otra parte, en el acto “académico” (¿no hubiese sido más propio celebrarlo en un parvulario?), se citó a Lenin, aquel célebre ruso con capacidad craneal equivalente a las ¾ partes de lo que viene siendo habitual y que se hizo famoso por la celebérrima frase que engloba toda su ideología: “¿LIBERTAD?, ¿PARA QUÉ?”.
¡Menuda colección!. Lógicamente no podía faltar la presidencia del Sr. Zaplana…
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