26/10/01

Una mirada a nuestra sociedad y a nuestra cultura

CESÁREO JARABO JORDÁN | Afirman en el documento que “uno de los logros que se ha dado en la sociedad española y que queremos de nuevo poner de manifiesto es la progresiva maduración de nuestra convivencia democrática”.

A Dios gracias, tan sólo esta frase y otra del mismo artículo que afirma que en nuestra sociedad hay un “mayor reconocimiento de la igualdad de hombre y mujer” son la única nota discordante que he encontrado en el documento con relación a mi propio pensamiento y, francamente, creo que son frases sin contenido para no alarmar más de lo debido a la vorágine demo-liberal que nos oprime.

No puedo creer que los pastores de la Iglesia, que en este mismo documento proclaman las verdades de nuestra doctrina den cancha en el mismo al enemigo.

No es cierto que la maduración democrática implique la mejora de ningún valor humano ni cristiano, porque, por propia definición la democracia subordina todos los principios a la decisión soberana de la mayoría. La democracia es, por propia definición fiel tan sólo a sí misma; subordinada sólo a sí misma; principio y fin de todas las cosas. La democracia es la sublimación de toda herejía.

No es cierto, por otra parte, que sobre una base como la citada, pueda ser la democracia base de ningún valor, ni privado ni público; lejos de fomentar la convivencia en un clima de libertad, impone la tiranía de la mayoría, manipulada por los desaprensivos, que jaleando todos los vicios públicos y privados, se garantizan el apoyo de la sentina de la sociedad, que como multitud sin sentido, sin libertad y sin conocimiento arrastra al abismo a la sociedad entera.

El respeto democrático se limita a aceptar que sus súbditos admitan sin discusión sus dictados; que la persona libre e inteligente admita como verdad indiscutible cualquier barbaridad que la inculta e insensible masa mayoritaria dicte como norma.

El pluralismo democrático no es sino una pura ficción alucinógena creada para que las masas incultas y manipuladas crean que eso es la libertad, y exijan a las mentes libres sumisión a sus dictados.

Y el estado de bienestar, que no voy a discutir deba algo a este sistema, aunque también lo debe a otro, no es sino otra arma utilizada para adormecer conciencias. Mediante el estado de bienestar se completa el vaciado mental que el sistema democrático exige a sus administrados.

Tenemos bienestar económico, bienestar físico…. ¿ Quién es el idiota que quiere otra cosa?.

Yo. Y es que yo me niego a aceptar al hombre como lo concibe el materialismo (llámese marxista o capitalista). El hombre no es la evolución del mono; el hombre actual no es la evolución del hombre de Neanderthal al Homo Económicus.

El hombre es un ser que debe realizarse siendo libre, que es cobijo de un alma inmortal, capaz de salvarse y capaz de condenarse… Y esos principios “per se” son contrarios a los principios democráticos; no admiten ser rechazados o aprobados por la voluntad popular.

En cuanto a la “defensa de las libertades” que hace la democracia, es mucho más propio de la persona adquirir LA LIBERTAD, y LIBERTAD, en la mayoría de las ocasiones consiste precisamente en renunciar en hacer uso de las libertades que tan generosamente son concedidas por la democracia.

En cuanto a la igualdad del hombre y la mujer, entiendo que, en algunos aspectos estamos mejor que en otros tiempos pero….. ¿Acaso es gracia concedida por la democracia?.

A la democracia, más bien la veo como creadora de nuevos métodos de esclavitud para la humanidad entera, para los hombres y para las mujeres.

A la mujer le han vendido la idea que para ser libre debe renunciar a aquello que es la base de su máxima expresión humana: la maternidad.

Para “ liberarla,” han creado controles varios de maternidad; asesinatos de niños neonatos... y cuando a pesar de todo es madre, guarderías…… aparcamientos donde niños aprenden a llorar sin que su madre los consuele … fábricas de resabiados con la humanidad…. Caldo de cultivo de seres con alma adormecida, capaces de nutrir, pasados los años, la nómina de votantes y de políticos mentirosos que la sociedad liberal necesita para perpetuarse. Autómatas al servicio del materialismo.

La solidaridad democrática para con los desfavorecidos no es más que pura filantropía liberal vacía de sentimientos humanos, vacía de amor al prójimo, y por supuesto vacía de amor a Dios.

El sistema, por sí mismo es creador de desigualdad, y como parche para evitar levantamientos sociales que acaben con el propio sistema, suscita las O.N.G. de todo tipo y color al objeto de perpetuar las desigualdades, reclamando derechos para permanecer en esas situaciones denigrantes o parasitarias, en vez de reclamar caridad y justicia, y en vez de facilitar los medios para la superación económica moral y humana de los desfavorecidos.

Como bien señalan en el documento, a pesar de todo, las personas, en el fondo de su ser, se resisten a admitir algunas imposiciones del sistema liberal-democrático.

A pesar de todo, a pesar de la manifiesta persecución llevada a cabo por el sistema contra la familia, las personas siguen formándola. Pero cada día estas personas son vistas con mayor extrañeza.

El sistema democrático, enemigo mortal de la persona humana, dificulta la subsistencia de la familia, fomenta las uniones de hecho sin compromiso provocando, entre otras cosas, una afrenta y una manifiesta desigualdad con los matrimonios, y lo que es peor, presentan como naturales las relaciones de homosexuales, y quién sabe si en breve plazo el bestialismo.

Nos encontramos en un mundo enemigo de la vida y de la libertad; en un mundo favorecedor de la muerte y de la esclavitud: eso es liberalismo; eso es democracia.

Siguiendo la misma exposición del documento, creo que la democracia es un “modo erróneo de concebir la conciencia social”. Es más, creo que es un modo “calculadamente” erróneo de concebir la conciencia social, y ciertamente los cristianos, con sus pastores a la cabeza (y descabezando a quién corresponda descabezar, como a nuevos Elipandos que son), debemos denunciar y combatir activamente, y por supuesto nunca democráticamente, la cultura de la muerte y de la perversión, que tan elegantemente saben vendernos como derechos de los administrados.

Hablan también de una determinada censura que relega a Dios al último rincón.

Todo, en esta sociedad es censura; todo es tabú; todo es incomprensible si no es pasado por el tamiz del liberalismo… Ni tan siquiera yo creo que en la Hispanidad, mi Patria, existan muchas personas que suscriban lo que aquí apunto. Tal es la situación humillante y aniquiladora de raciocinio y de libertad que el rodillo ateo y liberal (criminal y criminal) tiene impuesto no solo en nuestra Patria sino en ámbitos mucho más amplios.

La gente, armada con una supuesta libertad de pensamiento se encuentra esclava de la mentira que sustenta el sistema imperante. Las personas deambulan ahogadas y sin libertad, creyendo que nadan justo en lo que les falta. Esclavos del capricho de sus opresores, solo saben revolcarse en sus vicios, como signo de libertad, y califican justamente de falta de libertad pretender superar esos mismos vicios con el esfuerzo y con el sacrificio. Les falta inteligencia para comprender que esa merma de libertad que supone renunciar a los vicios es simiente de una superior y más clara libertad que de otro modo nunca alcanzarán.

Pero viven en la ilusión de la ignorancia. En la ilusión, que no en la alegría, ya que alegría es un concepto que desconocen, del que hablan pero que en realidad confunden con la risotada, y por supuesto no logran ver la alegría que puede sentir una persona que, por ejemplo, llora de amor... o se encuentra en la indigencia por haber cumplido con su obligación como persona o como padre de familia…

No conciben que alguien renuncie a “libertades” con el ansia de conquistar la Libertad con mayúsculas, a la que solo se llega a través de la renuncia y del esfuerzo personal… y de la gracia de Dios.

Ese nihilismo, esa satisfacción por la acumulación de porquería personal y colectiva, como bien apuntan en el documento, conduce a que al hombre se le considere como un objeto. Un objeto sexual, un objeto de placer, un objeto de trabajo… Un objeto en el más amplio sentido de la palabra. Tanto haces, tanto vales.

Dicen los panegiristas del sistema democrático que estamos en el estado del bienestar, y esa es otra de sus grandes mentiras… Y ni tan siquiera es deseable estar en el estado del bienestar…

Muchas veces he manifestado mi envidia (creo que sana), no ya por los patricios romanos, sino por los esclavos, de quienes entiendo que eran más libres que cualquiera de los trabajadores españoles de hoy, desde el barrendero hasta el alto directivo de una empresa.

También afirman que el hombre se encuentra incapacitado para construir su vida en la verdad, y esa afirmación es radicalmente cierta; el hombre siente miedo, y ese miedo le incapacita, le embota los sentidos. ¿Y por qué sucede tal cosa si en cuestiones de envergadura aparenta mostrarse capaz?. ¿Cómo es posible que una persona que supuestamente sabe elegir un sistema de gobierno para la sociedad, es capaz de distinguir qué personas podrán gobernar con mas acierto el cuerpo social… sea incapaz de gobernarse a sí mismo?

Esa es otra de las atrocidades del sistema democrático. Crea en el hombre una dicotomía que le embota. Mientras la religión le dice claramente que el hombre tiene una parte física, con unas necesidades materiales, y una parte espiritual, con unas necesidades espirituales, y que a la postre, lo más importante, sin olvidar la parte física, es, sin lugar a dudas, la parte espiritual, el sistema liberal, la democracia, el materialismo, dice a la persona que es un ente puramente autónomo, que no necesita más que manifestar su voluntad para hallar la verdad, y que la religión es el opio del pueblo.

Ese pobre hombre que cree toda esa falacia, cuando se encuentra solo, cuando apaga la televisión y circunstancialmente piensa, cuando realiza una actividad puramente humana, encuentra que el sistema que le oprime no le ha dado armas para defenderse, sino una retahíla de palabras encadenadas, argumento para defender su nadería intelectual y humana si alguien pretende quitarle la venda de los ojos… y absolutamente nada más.

Ese pobre hombre, que tal vez ha facilitado la comisión de un aborto; esa mujer, que tal vez ha cometido el aborto, cuando se encuentran solos, liberados de sus obligaciones por los propagandistas de la muerte, ¿qué sienten?.

Las sociedades democráticas registran los mayores índices de criminalidad y los mayores índices de suicidios… y los mayores índices de depresiones… y los mayores índices de delincuencia… y los mayores índices de abandonos familiares…

El hombre, en democracia, realmente encuentra demasiadas dificultades para construir su vida en la verdad.

Ciertamente, al hombre se le valora prioritariamente como “homo faber”. Esta sociedad que tanto alardea de libertad; esta sociedad que tanto alardea de justicia; esta sociedad, que tanto alardea de opulencia… mantiene a sus esclavos (a nosotros, a los hombres y a las mujeres que constituimos la sociedad) atados a la mesa de trabajo; al banco de carpintero, al volante del camión… a lo que constituye el material de cada quehacer.

El hombre, que supuestamente debía estar liberado por la acción de las máquinas, es cada día más esclavo de las máquinas, y sobre todo, del sistema.

Efectivamente, el trabajo de hoy, cualquier trabajo, sea de oficina o de albañilería, de siderurgia o agrícola, es mucho más liviano que hace veinte o hace cuarenta años; la maquinaria y los otros medios técnicos han facilitado francamente la realización de todos los cometidos, pero la libertad ha llevado un proceso radicalmente contrario.

Cuando debíamos suponer que la suavidad en las tareas conllevaría una libertad a las mentes; cuando suponíamos que se iba a tener más consideración con las personas, en detrimento de las máquinas, resulta que sucede justamente todo lo contrario.

El mundo laboral, que antes estaba habilitado prioritariamente para los hombres, ha sido francamente abierto al trabajo de la mujer, y eso no ha representado más libertad, sino esencialmente todo lo contrario, porque a la mujer se le ha presentado el trabajo como una liberación y la maternidad como una esclavitud, siendo que la mujer ha acabado siendo esclava de su trabajo liberador, no ha tenido hijos en los que realizarse como mujer, ha fomentado el divorcio, el aborto, y como consecuencia la depresión y el suicidio.

Pero no acaba ahí la cosa del trabajo de la mujer. Cuando mayoritariamente la mujer permanecía en casa, trabajando. Trabajando, remarco. Cuando la mujer quedaba en casa trabajando, ganaba el jornal que acababa aportando el marido con el trabajo fuera de casa. Los ingresos eran “X”.

Cuando la mujer ha salido a trabajar fuera de casa, se ha convertido en competencia directa de su marido; las leyes capitalistas se basan en la oferta y la demanda. Si la oferta de trabajo se ha multiplicado por dos, la remuneración de ese trabajo, automáticamente se ha visto dividida, siendo que, trabajando los dos miembros del matrimonio, acaban aportando los mismos ingresos que uno solo (los ingresos siguen siendo X, y el esfuerzo, el doble), con el perjuicio subsiguiente de dejar abandonados a los hijos en lugares que en el mejor de los casos no les van a resultar lesivos, salvo la “maldad” de faltar la presencia de la madre.

Y este es solo uno de los aspectos negativos que sobre las familias ha aportado el liberalismo económico.

En cuanto al maltrato psíquico que, ya los dos cónyuges, cada uno por su parte están recibiendo, no tiene parangón en la historia de las relaciones laborales.

Hoy resulta poco menos que imposible que una persona que desarrolle una actividad laboral pueda rematar la jornada con la realización de estudios ajenos a su profesión o complementarios a su formación humana. La exigencia es de absoluta dedicación, en un “sistema de producción impersonal, competitivo y tiránico”, como bien señalan en el documento, impide la realización de actividades puramente humanas como las citadas, o como las del noviazgo, o como las de la vida de familia normal en cualquier persona que tiene constituido su hogar.

Ciertamente, “la libertad queda reducida a la elección de cosas según un arbitrio personal, al margen de la verdad del hombre”.

Y ahí, todas ideologías ateas que estallaron de su atrofia en el siglo XIX y se han desarrollado extraordinariamente en el XX, coinciden. Ahí no hay discusión; en todo caso, llegan a discutir aspectos secundarios del maltrato humano de las personas. Los sindicatos exigen que los lugares de trabajo sean cómodos, que los servicios de mantenimiento físico estén a pleno rendimiento; que no haya humos que se permitan locales de esparcimiento, que se controle es estrés… pamplinas. Aspectos varios de la esclavitud a que está sometido el hombre en todos los campos, en todos los lugares y a todas horas.

Ahí se encuentra la explicación final del porqué no se asesina a la gente (hechas las salvedades convenientes) como se asesinaba en España en los años treinta, como se asesinaba en la URSS… Es, en definitiva, el triunfo del modelo capitalista de explotación y de aniquilación de la persona, sobre el modelo marxista de explotación y de aniquilación de la persona. El materialismo ha desechado, por inconveniente, uno de sus métodos, y tan sólo porque el otro método ha resultado más efectivo, más productivo, más limpio.

Efectivamente, estamos viviendo “un concepto perverso de la libertad” donde la única salida es la exclusión social, y esa posibilidad también está prevista en nuestro mundo liberal.

Quién se autoexcluya va a poder seguir viviendo en este mundo; va a ser indigente; va a poder practicar libremente la mendicidad.

Pero hay otra gente, poca, muy poca, alarmantemente poca, que se autoexcluye tan solo espiritualmente porque carece de medios para combatir al sistema enemigo del hombre y enemigo de Dios.

Como medio de control social de esos autómatas que a la postre, ocasionalmente, pueden sacar a flor de piel su capacidad de pensamiento, el sistema ha desarrollado ampliamente algo que es intrínseco al hombre: la sexualidad.

No es ningún secreto que la sexualidad, además de ser elemento procreador, es instrumento de placer. El sistema opresor ha conseguido desvincular ambos aspectos de la vida sexual, utilizando todos sus medios para distraer las posibles inquietudes propiciatorias de disturbios.

Si el desarrollo de la sexualidad tuviese un ámbito natural, todo el entramado liberal-capitalista se vendría abajo, porque de una relación sexual racional y humana, la procreación facilitaría en la mente del material humano del sistema el desarrollo del espíritu y la necesidad de proteger a la prole.

Por eso se hace necesario fomentar la idea de que el cuerpo es de cada uno, y que cada uno es libre de hacer lo que le plazca, al tiempo que se procura exponer y sobrevalorar los sacrificios que conlleva la constitución de una familia y la crianza de los hijos.

En ese mismo sentido, el estado, elemento que debería estar al servicio de las personas, está al servicio de la filosofía dominante, y como consecuencia, dicta leyes contrarias a la familia, y fomenta la contracepción, vendiendo la maternidad como si de una enfermedad se tratase, sin darse cuenta (y si se da, peor, algo tendrá escondido) que la contracepción provoca una disminución y un envejecimiento de la población que a corto plazo abocará en un marasmo social de difícil solución.

Sobre las familias hacen recaer todas las cargas imaginables. Para ellas no hay ayudas de ningún tipo, siendo que ellas facilitan a la sociedad la posibilidad de seguir existiendo. Ellas son las que deben correr, en desigualdad de condiciones con el egoísmo reinante, con todas las dificultades, y sus hijos, dentro de unos años, serán quienes se vean obligados a mantener a una sociedad de viejos, que les ha negado el pan y la sal, que incluso ha aconsejado su asesinato cuando habían sido concebidos, y entonces les exigirá todos los esfuerzos para el mantenimiento del entramado social y de un sistema de pensiones que ellos, por pura lógica estarán incapacitados para sostener… Si no se han suicidado antes, hartos de la basura que han acumulado.

Entonces se les exigirá solidaridad con quienes a lo largo de su vida han sido manifiestamente insolidarios. Esos que aconsejan el asesinato de los niños, esos que se dedican a colmar todas sus aspiraciones materiales, gastando coches, gastando lujo, viviendo fiestas (cuando la opresión laboral se lo permite) mientras otros dedican ese mismo tiempo a criar una familia, a esforzarse por los hijos, y a ser felices… Y nuestros hijos, que en ese momento serán la fuerza productiva, ¿qué harán?. ¿Serán solidarios? … ¿O serán como sus frustrados asesinos?.

Que no se tiene en cuenta a la familia en la organización laboral, como certeramente apuntan, es una evidencia, pero es que no existe capítulo en la vida donde no se tenga olvidada a la familia. Ya he señalado mi pensamiento sobre la inclusión de la mujer en el proceso laboral, y es una cuestión que considero evidente, sin la cual, como también he señalado, es factible la destrucción de éste modelo de sociedad. Por eso vuelcan tanto las tintas insistiendo que la dignidad de la mujer es incompatible con la vida de familia.

El sistema necesita que eso sea así; por eso no existen leyes que amparen a la familia, ni tan siquiera a la maternidad en el trabajo.

Yo soy contrario a que la mujer ejerza habitualmente funciones fuera del hogar mientras existan obligaciones con los hijos, pero este sistema, que fuerza a las mujeres a que vendan su fuerza de trabajo, exige dedicación total al trabajo sin ningún respeto por las obligaciones familiares. Las organizaciones feministas, auténticas asociaciones de seres inhumanos, invertidos y contrarios a toda naturaleza, favorecen la explotación de la mujer, presentándola como derecho de las mismas mujeres; contrarían la natural vocación maternal de las mujeres, presentándola como un método de esclavitud al servicio de los hombres, y todo ello de acuerdo con la actividad del feroz liberalismo encarnado en las asociaciones de empresarios (controladas por las deshumanizadas sociedades anónimas), que procuran que las mujeres se inhiban de casarse y de tener hijos al objeto de poder entrar de lleno en el mercado de trabajo, prostituyéndose de una nueva manera, bien vista por la sociedad sin valores que nos oprime a todos.

Las mujeres, que ya se encuentran obligadas a entrar en el mercado laboral, y que ven tal situación como un “derecho”, observan cómo son relegadas por el hecho de tener hijos, o por el hecho de casarse, puesto que el sistema económico entiende que pueden quedar embarazadas o verse en la obligación de atender a niños, y ello le va a requerir un tiempo que el capitalismo no está dispuesto a reconocer a nadie.

Pero no sólo se encuentra la mujer perseguida en los momentos de noviazgo, casamiento, embarazo, parto, o lactancia. No sólo ve mermado su “derecho” a incorporarse al mercado laboral en la primera infancia de sus hijos, sino que incluso cuando ya los tiene crecidos; incluso cuando los niños tienen ya una relativa independencia que puede permitir a una madre responsable buscar trabajo, el sistema sigue persiguiendo a esa mujer. Entonces, si después de haber criado a cuatro o cinco hijos, después de haber dedicado quince o veinte años a dirigir su evolución, y comprobando que el agobio familiar persiste, decide desarrollar su facultad laboral, entonces el sistema sigue cerrando las puertas alegando que le falta experiencia, y claro, ya no es tan joven como veinte años atrás…

En definitiva, el sistema democrático ha puesto a la persona y a la sociedad en pleno en una situación cercana al suicidio. No se entiende la maternidad, y finalmente no se atiende a los ancianos, que son relegados a morideros, donde no estorben la libertad de los matrimonios, de las parejas de hecho… o lo que se quieran inventar.

El resto del documento, que incide en asuntos más puntuales, y que como todo lo anterior, lo suscribo y lo agradezco, no me induce a seguir comentando. Sencillamente me limito a aplaudir y a rogar por que documentos como éste sigan produciéndose y sigan calando en la conciencia de los fieles, tan solo rogando sean evitados los matices discordantes que sin ningún respeto me he permitido criticar en este escrito.

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