4/2/11

Ismael, con “I” de inmortal.

La muerte de Ismael Medina Cruz, maestro de periodistas y compañero del alma, me duele profundamente, pero regenera espiritualmente mi fe en Dios y en el género humano.

Hace un par de semanas, concretamente el 14 de enero de 2011, Ismael contestó en el foro de esta publicación al comentario que yo había escrito acerca de su magistral y, tal vez, último artículo en Vistazo a la Prensa: “Me declaro en rebeldía frente al Estado tiránico”.

Su contestación, como todo lo que ha escrito y publicado en los últimos setenta años, iba repleta de convicción en las propias ideas, de respeto y afecto al discrepante, de tolerancia y libertad máximas en lo opinable y de rebeldía cabal frente a todo lo tiránico e inhumano. Decía así, textualmente:

“Querido Joan: Creo que ambos tuvimos escuela familiar y profesional muy parecidas y de ahí que coincidamos en no pocas cosas. Pero sobre todo en cuatro cuestiones fundamentales: amor a la verdad, libertad, independencia y rebeldía frente a la injusticia. Algo que también es común a los compañeros que, como nosotros, han encontrado para satisfacerlas este espacio de libertad de expresión. Excuso entrar en comentarios sobre la valoración que haces de mis artículos y la manera de enjaretarlos a partir de una argumentación que procuro sea lo más sólida posible. Lo aprendí de mi padre, un gran maestro nacional que, además, hacía periodismo. Cuando yo empezaba y tuve la primera colisión con la autoridad (octubre de 1939), me aleccionó: "La independencia tiene un precio muy alto y hay que estar dispuesto a pagarlo para mantenerla". Lo he pagado en múltiples ocasiones sin hacer ostentación del daño sufrido. Otra enseñanza que recibí desde niño. Y en este punto no puede olvidar la inmensa gratitud a la mujer que Dios puso en mi camino, siempre dispuesta a que nos apretáramos el cinturón en situaciones adversas a causa de mi independencia y rebeldía.

Pero vayamos a lo que me adviertes respecto a la falta de matizaciones en una frase referida a los maricones. He convivido con mariones muy dignos que no hacían ostentación de su inclinación homosexual y eran conscientes de los límites que no debían traspasar. Siempre he creído que a quienes tienen determinada inclinación que puede desembocar en acciones delictivas hay que alejarlos de las actividades que puedan incitar su tentación a satisfacerlas. Eso era lo que pretendí poner de manifiesto. ¿Alguien, por ejemplo, puede contratar a sabiendas a un violador obseso como canguro de sus hijas?

El relativismo nos ha conducido a la subversión del orden natural, no sólo de convicciones morales o religiosas que el mismo se derivan, mediante la exaltación de lo anormal frente a lo normal descentrando la entraña conceptual de vocablos enterizos. A la legalización de la unión entre homosexuales se le puede llamar de muchas maneras, menos matrimonio. Maricomio, por ejemplo. En fin, querido Joan y queridos comentaristas de mis artículos en el foro, que no estoy dispuesto a abatir la bandera de mi libertad e insisto en que no hay otra escapatoria que la rebeldía frente a la tiranía. La personal es satisfactoria, aunque poco efectiva, salvo contagio. Pero sí lo es la colectiva bien programada como reacción de la sociedad. “

Creo que ha sido su última contestación, larga y brillante, en el foro de nuestras libertades actuales.

Hace ahora treinta años, en febrero de 1981, viví los momentos de mayor tensión ideológica con Ismael y con otros periodistas ilustres de “El Alcázar”. Se cocía entonces lo que hemos dado en llamar el “23-F” y mi postura política, expresada entonces en “El Imparcial” que dirigí, era claramente opuesta a la de algunos colegas que, como el propio Ismael, consideraban que la rebelión militar de Tejero no era un golpe de Estado, sino una “acción institucional”.

Quiero subrayar ahora lo que apunta Ismael en su respuesta, esto es, que “ambos tuvimos escuela familiar y profesional muy parecidas y de ahí que coincidamos en no pocas cosas.” Desde hace años, mi conversación con Ismael Medina ha sido siempre afable, firme en las tesis de cada cual y muy provechosa por el contenido cultural que él aportaba. La mejor crítica al Pregón de Semana Santa que pronuncié en mi pueblo natal en abril de 2004 fue la de Ismael Medina, que recibió por e-mail el texto completo de mi discurso en Felanitx y lo analizó palabra por palabra, aunque estaba escrito en catalán.

En estos momentos, cuando todavía me atenaza el dolor por la noticia que acaba de comunicarme su hijo Luís, sólo tengo un propósito: Recordar y reconocer la grandeza humana del que, desde su juventud hasta su longevidad, quiso y supo ser un hombre libre.

En el fragor de las disensiones de los primeros años del posfranquismo y de la transición democrática, escribí y publiqué un libro en “Planeta”, en el que aparecen seis citas y una foto que hablan de Ismael Medina. Es cierto que por aquellas fechas España era un volcán. Emilio Romero ya había vendido la cabecera de “El Imparcial” a Domingo López Alonso. En el edificio Astigy de la calle de San Romualdo, en Madrid, convivían tres periódicos: “El Alcázar” de Antonio Izquierdo, “El Imparcial” de Julio Merino y “Diario 16” de Pedro J. Ramírez. Parecía que Izquierdo y Merino eran líderes de una misma facción, pero la verdad es que se enfrentaron ferozmente en más de una ocasión. Mientras tanto, Ismael y yo, cada cual en su barquito de papel, capeábamos el temporal. Había ruido de sables y en Moncloa crecía la preocupación por la violencia creciente de los dos extremos de la política. Confieso que tuve más relación de compañerismo con los de “Diario 16” que con los de “El Alcázar”, aunque nunca dejé de admirar a Medina, a García Serrano, a García Brera, a Aguirre Bellver y a Navas Migueloa, con los que siempre compartí muy buenas sensaciones.

En la página 98 de “La trama civil del golpe” digo que he hablado con Ismael Medina de política internacional. En la 128, defino a Ismael como arcángel de pluma azul y, en la página siguiente añado literalmente: …”Rafael García Serrano e Ismael Medina, que son dos grandes periodistas, instalados en el medio informativo de mayor predicamento involucionista y detractor del sistema vigente, no he olvidado…mi sincera admiración hacia dos personas que, por lealtad inquebrantable a sus principios, no ha dejado de decir, contra viento y marea, lo mismo que dijeron en sus años mozos, esto es, cuando se jugaron su propia piel en defensa de sus ideales…”En la página 133, hago referencia a las entrañables cartas que nos cruzamos a raíz de la muerte de su hija. Años más tarde, cuando Dios se llevó a mi hijo Óscar, en la flor de la edad y recién casado, fue Ismael quien tuvo conmigo palabras de buen amor y solidaridad. Más adelante, añado: “Yo sabía que a Ismael le inspiraba todavía, desde su más remota raíz, la grandeza creativa y literaria de los auténticos ácratas. Creo que su origen está en la CNT y, por consiguiente, no me extraña en absoluto el ánimo de lucha, iconoclasta en puridad, que late, a diario, en el fondo de sus oceánicos artículos…” Finalmente, dedico la página 134 a analizar la “suma gravedad política” de las ideas de Ismael y el rigor dialéctico con que las expone. Una última referencia a su nombre es la que hago al referir la estruendosa invectiva que lanzaron contra mi algunos generales en una comida que organizaron Fraga y Osorio, cuando pregunté a los de la mesa presidencial si quedaba en el Ejército español de 1980 algún militar con intenciones de dar un “golpe de Estado, como en el 36”. Recuerdo la cara de Ismael y la de otros periodistas de renombre, mientras Fraga trataba de rescatarme de la furia de algunos generales indignados por mi alusión a lo del año 1936…

Creo que con estos leves apuntes, donde es evidente que, sobre el papel, hemos luchado por España en trincheras opuestas, queda bien claro que Ismael fue y será siempre un gran amigo, un maestro del que no renegaré, mientras me funcione la razón.

Pienso que, desde la eternidad y desde el amor infinito de Dios, las diferencias políticas entre mortales coetáneos son puras palabras convertidas en ceniza.

Autor: Joan Pla (Mallorca).

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